SEVILLA (2017.07.25) Hoy fiesta del Apóstol Santiago, patrono de España, nuestros jóvenes, junto a casi doscientos jóvenes de la Archidiócesis de Sevilla, caminan hacia Compostela, en una sentida y festiva peregrinación.
“Una experiencia de superación, encuentro, amistad, esfuerzo, confianza…pero por encima de todo, una experiencia de fe que marca nuestro espíritu para siempre”, como manifestó el delegado diocesano, el sacerdote Francisco José Durán.
Misa previa a la salida del Camino en la Parroquia de Santa María de Sevilla
La peregrinación se desarrollará hasta el próximo 30 de julio, realizando el camino del norte en 6 etapas en las que se recorrerán 136 kilómetros. Hoy el grupo se encuentra realizado la distancia de 22 km desde Guitiriz hasta Sobrado.
Junto a compañeros de Pastoral Juvenil Sevilla, nuestra compañera Pilar Ríos, miembro del Personal de Administración y Servicios de CEU Andalucía
Catedral de Burgos (izqda.) y Colegiata Basílica de San Isidoro de León (drcha.)
Acuden a esta peregrinación miembros del Personal de Administración y Servicios de CEU Andalucía como nuestra compañera Pilar Ríos, así como un grupo de alumnos de CEU Andalucía. Quienes realizan este Camino integrados en el grupo de Pastoral de la Archidiócesis de Sevilla y en diversas hermandades sevillanas, como la Hermandad del Gran Poder.
La salida en autobús partió desde Sevilla con dirección a Mondoñedo (Lugo), donde los jóvenes comenzaron el camino desde Abadín. Las distintas etapas discurren, hasta llegar el domingo a Santiago, por Vilalba, Guitiriz, Sobrado, Arzúa, Pedrouzo y, finalmente, Santiago. Todos los días, al final de cada tramo, los jóvenes se reúnen en la Eucaristía, donde comparten la experiencia vivida en la jornada.
Algunos alumnos de CEU Andalucía junto al sacerdote Adrián Ríos y el obispo de Mondoñedo, Monseñor Luis Ángel de las Heras Berzal
Diversos momentos de los peregrinos durante el Camino
Historia y sentido de la peregrinación
La peregrinación a Santiago fue el acontecer religioso y cultural más destacable y más profundamente vivido de la Edad Media, reconocida como Primer Itinerario Cultural europeo, y por la UNESCO, como Patrimonio de la Humanidad. El descubrimiento del sepulcro del Apóstol Santiago, hijo de Zebedeo y hermano de Juan Evangelista, cambió la faz de un pequeño asentamiento de origen romano del noroeste ibérico que, en el olvido de los siglos, se había transformado en necrópolis; y significó además un vuelco en la historia espiritual de un continente que pronto se lanzó a labrar un camino para llegar hasta la preciada reliquia.
El hallazgo de la tumba del Apóstol, ocurrido hacia la segunda o tercera década del siglo IX, constituía el final lógico de una tradición oral y escrita que, tras la muerte de Jesucristo, ubicaba a Santiago el Mayor como evangelizador en tierras de la antigua Hispania, según sugerían el Breviarum Apostolorum en el siglo VI-VII, los textos firmados por el anglosajón Beda Venerabilis y el asturiano Beato de Liébana en el siglo octavo. Al hecho histórico de la decapitación del Apóstol por Herodes Agrippa en el año 44, siguen las explicaciones proporcionadas por el Códice Calixtino o la Legenda Aurea para dar fe de su traslado a tierras del confín continental, aquellas en las que había transmitido las enseñanzas de Cristo. El cuerpo sin vida de Santiago habría sido conducido por dos jóvenes discípulos en barco, que cruzó el Mediterráneo y subió por la costa portuguesa hasta el puerto romano de Iria en la provincia de Gallaecia. Allí, tras una serie de hechos milagrosos, Santiago habría sido finalmente sepultado en el monte Liberum Donum, en un lugar vagamente designado como Arcis Marmoricis.
Casi ochocientos años más tarde –continúa la tradición – un ermitaño habría avistado luces celestiales que lo condujeron hacia el lugar sagrado. El eremita habría avisado a Teodomiro, obispo de Iria, sobre el descubrimiento, y el Rey Alfonso II habría hecho construir ya entonces una pequeña iglesia, que dejaría bajo la custodia de monjes benedictinos. Antes de terminar el siglo IX, Alfonso III encargaba la construcción de una basílica mayor, digna del acontecimiento que comenzaba a mover a los fieles de Europa.
La noticia coincidía con un importante momento político para la consolidación del reino astur-galaico, en cuyo territorio ocurría el hallazgo. Expulsadas las tropas musulmanas del norte de España, era menester repoblar el territorio y tender hacia el resto de Europa una sólida red para la circulación de personas, mercancías e ideologías. En la titánica tarea sería decisivo el hecho de contar con un centro religioso de la talla de Roma o Jerusalén, que de alguna manera “independizaba” espiritualmente al reino naciente del extendido imperio de Carlomagno.
Las oleadas de peregrinos no se hicieron esperar. Toda la cristiandad deseaba visitar la tumba del Apóstol, especialmente tras las invasiones turcas que interrumpieron la peregrinación a Jerusalén justo cuando en Santiago –era el año 1078- se había comenzado a construir la catedral románica. Se iniciaba así la era dorada de la peregrinación a Compostela y se consolidaba la ruta más promovida y mejor dotada por reyes y autoridades eclesiásticas: el Camino de Santiago.
Equipo de apoyo de la peregrinación, con nuestra compañera Pilar Ríos
La peregrinación a Santiago se transformó así, desde muy temprano, en el acontecer religioso y cultural más destacable y más profundamente vivido de la Edad Media. Si bien los primeros peregrinos del siglo X recorrieron el que hoy se conoce como Camino del Norte, a través de la cornisa cantábrica, la expansión de la Reconquista permitió pronto a los reyes Sancho el Mayor de Navarra y Alfonso VI de León trazar un itinerario a través del territorio recién liberado, que encadenaba las capitales de los reinos navarro, castellano y leonés hasta desembocar en Santiago. Se conoce como Camino Francés y está descrito en todas sus variantes en el Códice Calixtino, obra atribuida al monje Aymeric Picaud y escrita por encargo del Papa Calixto II alrededor del año 1139. Su quinto libro puede considerarse la primera guía de viaje europea, pues indica las rutas que seguían ya en el siglo XII los peregrinos por Francia para llegar a la Ciudad del Apóstol, y describe los recursos y las impresiones que aguardaban en cada región a los aventurados viajeros, que todavía hoy siguen llegando a dar el abrazo al Santo de Compostela, al hijo del Trueno como llamó Jesús de Nazaret a uno de sus discípulos.
La comunidad educativa de CEU Andalucía se reunió en torno a la celebración de la Eucaristía, en la capilla del campus universitario, recordando la figura de Santiago, patrón de España.