Lunes Santo

beso de judasHermandad de la Redención (El Beso de Judas)

En su misión terrena, Jesús recorrió los caminos de Tierra Santa. En la Semana Santa vivimos el vértice de este camino. Jesús entra en Jerusalén para dar el último paso, en el que resume toda su existencia: se dona totalmente, no se queda nada, ni siquiera la vida. En la Última Cena, con sus amigos, comparte el pan y disfribuye el cáliz «para nosotros». El Hijo de Dios se ofrece a nosotros, entrega en nuestras manos su Cuerpo y su Sangre para estar siempre con nosotros. En el Huerto de los Olivos, como en el proceso ante Pilato, no opone resistencia, se dona; es el Siervo sufriente anunciado por Isaías que se despoja a sí mismo, hasta la muerte.  Jesús no vive este amor que conduce al sacrificio de modo pasivo o como un destino fatal; ciertamente no esconde su profunda turbación humana ante la muerte violenta, sino que se entrega con plena confianza al Padre. Jesús se entregó voluntariamente a la muerte para corresponder el amor de Dios Padre, en perfecta unión con su voluntad, para demostrar su amor por nosotros. En la Cruz, Jesús «me amó y se entrego por mí». Este es también mi camino, el tuyo, el nuestro.  Vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús no sólo con la emoción del corazón; vivir la Semana Santa siguiendo a Jesus quiere decir aprender a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los demás, para ir hacia las periferias de la existencia, movernos nosotros en primer lugar hacia nuestros hermanos y nuestras hermanas, sobre todo aquellos más lejanos, aquellos que son olvidados, que tienen más necesidad de comprensión, de consolación, de ayuda. ¡Hay cuánta necesidad de llevar la presencia viva de Jesús misericordioso y rico de amor!

Papa Francisco

 

(Evangelio 2016 en el Año de la Misericordia, José A. Martínez Puche, ed. EDIBESA)