Vigésimo octavo día de Cuaresma

28cuaresmaAutor: Vito dell’ Orto

El pasaje del Evangelio de san Juan (5, 1-16) es la historia del hombre paralítico que estaba con otros muchos enfermos junto a la piscina en Jerusalén esperando ser curado. Y, así, cuando «Jesús vio a ese hombre le preguntó: ¿quieres quedar sano?» Su respuesta está preparada: «Claro, Señor estoy aquí para esto. Pero no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua se agita. Mientras estoy llegando al lugar, otro baja antes que yo». La reacción de Jesús es una orden: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar». Y el hombre fue curado. En su forma de hablar hay un tono de lamento: está resignado pero también amargado. Una actitud que hace pensar también en muchos católicos sin entusiasmo y amargados que se repiten a sí mismos. «Yo voy a misa todos los domingos pero es mejor no comprometerse. Yo tengo fe para mi salud, pero no siento la necesidad de darla a otro: cada uno en su casa, tranquilo»: es mejor no implicarse. Jesús primero cura al enfermo y luego lo invita «a no pecar más». Es precisamente este el camino cristiano, la senda del celo apostólico para acercarnos a las numerosas personas heridas en este «hospital de campaña» que es la Iglesia.

Para Francisco

(Evangelio 2016 en el Año de la Misericordia, José A. Martínez Puche, ed. EDIBESA)

III Concurso de Fotografía de Cuaresma